Mercedes Laguna González, 1997
Leer e interpretar un texto narrativo
No es lo mismo leer un poema que leer una novela, las dimensiones, la estructura, la concentración del lenguaje y del sentido son distintos en uno y otro caso, ya que pertenecen, el poema y la novela, a dos géneros bien diferenciados. Por este motivo no es conveniente utilizar el mismo método para el comentario de un texto poético y un texto narrativo. En este último, además de estudiar los distintos niveles del lenguaje y elaborar un análisis estilístico[1], deberemos rastrear los materiales que han tejido el entramado narrativo, elementos tales como los personajes, los acontecimientos, el tiempo, el espacio y, ante todo, el narrador, constitutivos todos ellos del género de la narraciones.
Aprenderemos así a leer e interpretar, a penetrar mejor el sentido de los relatos y las novelas; iremos adquiriendo habilidades que serán útiles para la compresión de los textos.
Por eso presentamos primero unos datos básicos sobre la especificidad de este tipo de discursos: una aproximación a la narratología.
Buscamos conseguir un adiestramiento, una práctica que nos quede después, a modo de hábito, para aplicarlo como una segunda forma de lectura -tan aparentemente “automática” como la primera-, una costumbre adquirida que dilate el significado de nuestra condición de lectores co-creadores, amantes de los libros que participan en el proceso de la creación literaria.
El texto narrativo es, en primer lugar, un texto literario
2.1. La literatura.
La literatura es una actividad lúdica y una tarea de profundización en la vida y en la realidad. El escritor crea una historia, la cuenta, para hablarse a sí mismo y también para entretenernos y para decirnos algo a nosotros, los lectores. Leer es una actividad lúdica y una actividad que nos enseña cosas del lenguaje y cosas de la vida (siempre que “leer” suponga una participación en el proceso de comunicación que se establece en la literatura, y, por tanto, la lectura se practique de forma voluntaria y gozosa).
La literatura supone un vehículo para el enriquecimiento de nuestra competencia lingüística. Puesto que la literatura está hecha de lenguaje y la función principal del lenguaje es la comunicación, la lengua literaria supone una comunicación -comunicación especial y agraciada- entre el emisor (autor) y el receptor (la persona que lee la obra).
2.1. El lector re-crea la obra literaria
Cuando el escritor termina de crear su libro no se acaba el proceso de comunicación literaria, de hecho prácticamente no ha empezado, porque el conjunto de mensajes estéticos y de contenido que el escritor ha querido transmitir en su obra sólo cumplen su misión en el momento de la lectura, cuando alguien se convierte en el interlocutor real de la obra literaria. Antes el escritor se ha contado a sí mismo la historia, se habrá inventado un interlocutor para su obra, pero aún la literatura no ha ejercido como acto de comunicación.
En el lector se completa el círculo creativo que inicia magistralmente el autor de la obra literaria; es en el que lee en donde el impacto estético, emocional, de pensamiento, etc. que movió la pluma del escritor convierte el estado latente de la comunicación que encerraba el libro en una realidad. El lector re-crea, vuelve a crear en otra dimensión la obra literaria cuando la lee y la interpreta. En este punto nos encontramos ya con las distintas posibilidades, los distintos niveles de interpretación de la obra literaria.
LA NOVELA
La novela pertenece al grupo de las creaciones humanas, al arte en general; es un género dentro del conjunto de la literatura, con unos rasgos característicos que la diferencian del resto de los géneros literarios. Por el hecho de pertenecer al conjunto de las creaciones artísticas producidas por el hombre, está vinculada a las obras anteriores y a los sistemas culturales coetáneos.
La novela, como toda la literatura, es al mismo tiempo conocimiento y juego. Conocimiento del hombre y del mundo, y juego como acto lúdico para el que escribe y para el que lee.
La novela puede suponer para el lector un vehículo que le ayude a interpretar la realidad, una explicación de este mundo, presente y pasado, y una aproximación al conocimiento de otros mundos posibles.
María del Carmen Bobes Naves (1993:17), afirma[2] que la novela es “un medio que tranquiliza al hombre al servirle de expresión y ofrecerle respuestas a cuestiones antropológicas que se plantea respecto al pasado y al presente (…) La novela puede ser considerada como un proceso de conocimiento, pues puede dar una explicación de las personas, de sus conductas, de los motivos por los que actúan y de las consecuencias de sus acciones”.
Rillke llama al poeta “una abeja de lo invisible”, lo cita Alfonso López Quintás en su tratado sobre la Estética de la creatividad, al referirse a las cualidades del juego cuando significa acción lúdica del hombre que crea. “El poeta confiere una especie de cuerpo sensible a lo que en principio se da de modo inasible, más bien atmosférico que cósico” (López Quintas, 1987: 40). En lugar de la palabra “poeta”, podemos escribir “novelista” (igual que podríamos sustiuirla por “escritor”, “pintor”, … incluso “filósofo”). Es abeja de lo oculto la persona que posee la capacidad (innata, pero también adquirida poco a poco, por la voluntad de ver más allá de lo observable en la superficie de las cosas, los acontecimientos y las personas) para “inmergirse en el secreto de las realidades más hondas y hacerlo sensible”.
Ya vamos intuyendo que el modo de conocimiento que supone la novela es totalmente diferente al modo de conocimiento científico. En especial porque la interpretación de lo real que nos ofrece la novela -y los otros tipos de textos narrativos- se construye a partir de una forma determinada (opuesta al discurso científico): el discurso empleado por la novela es un discurso polifónico.
Veamos lo que significa ese adjetivo “polifónico” aplicado al tipo de discurso narrativo.
La expresión “discurso polifónico” fue acuñada por Bajtín (el teórico y crítico de la literatura ruso, que continúa el pensamiento de los formalistas), y se refiere al conjunto armónico de voces distintas que componen la novela.
La filosofía y la novela del siglo XX nos ha demostrado que existen distintas formas de acercarse a la realidad porque cada ser se sitúa en una perspectiva distinta[3], y que la verdad se encuentra precisamente en la conjunción de todas esas “verdades” particulares.
Para Bajtín (1989), la novela está constituida sobre el recurso técnico del dialogismo y se manifiesta en un discurso polifónico.
Este discurso polifónico consiste en “un modo de acceder a las ideas y de descubrir su complejidad contrastando las palabras y las actitudes de los diversos personajes, cada uno de los cuales aporta una voz al concierto general polifónico, integrado por la asimilación de las voces (…) La novela de tendencia polifónica tiende a relativizar diferentes posturas posibles ante los hechos, las ideas, las conductas” (Bobes Naves, 1993:20).
LA NARRACIÓN. DISTINCIONES NECESARIAS
4.1. La narración:
En la narración el emisor pretende objetivar su discurso (incluso en las autobiografías el narrador pretende ser objetivo respecto a su historia contada en primera persona). Narrar consiste en contar una historia situándola en el espacio y en el tiempo. Un narrador que cuenta algo:
n narra unos hechos que realizan o experimentan unos determinados personajes;
n en las coordenadas de un tiempo y un espacio concretos.
4.2. Distinciones necesarias:
A la hora de leer y analizar un texto narrativo tenemos que saber distinguir entre
- autor / narrador
- lector / narratario
- historia / texto narrativo (o discurso)
Autor / narrador:
El autor o escritor es la persona que escribe la obra; no lo debemos identificar con el narrador, ya que éste es un ente ficticio que el autor utiliza para organizar su obra. Una mujer escritora, por ejemplo, puede escribir en primera persona narradora una novela que cuenta la vida de un hombre, por tanto el narrador será masculino.
El autor pertenece a la vida real y el narrador es un elemento del texto narrativo, por tanto, de la ficción.
Lector / narratario:
Algo parecido sucede con la distinción entre lector y narratario: el lector es la persona que realmente lee la obra literaria (también se llama “lector real”). El narratario es un destinatario creado por el narrador para dirigirse a él dentro del propio texto narrativo (pertence también a la ficción).
Historia / texto narrativo:
Para interpretar un texto narrativo hemos de saber diferenciar entre historia[4] y texto narrativo (o discurso):
La “sustancia del contenido” es la historia y el continente o expresión es el discurso (Villanueva, 1989:16). Para explicar lo que es la historia podemos referirnos al argumento (unas acciones que viven unos personajes ordenadas de una forma cronológica y espacial y al tema o temas que transmiten. Sin embargo, ni el argumento ni la anécdota ni el tema son en sí el texto narrativo.
Un texto narrativo es una historia que se cuenta con un lenguaje (se convierte en signos lingüísticos).
El texto narrativo o discurso es la forma concreta en la que se manifiesta una historia. Una misma historia puede ser contada de maneras muy diversas[5]. En un texto narrativo la historia y el discurso están completamente unidos, de tal forma que una novela, un relato corto o un cuento, serían otro completamente distinto si variamos el modo de contarlo (la obra que ha construido el escritor).
Precisamente podemos explicar la calidad de una obra literaria a partir de esta unión entre la historia y la forma en la que la presenta el autor (una buena novela no consiste sólo en una buena historia; es el texto narrativo -o discurso- ya elaborado el supone una buena o menos buena novela: la manera de organizar o desorganizar en el tiempo y en el espacio la historia, el punto de vista desde el que se presentan los personajes, el uso del lenguaje…, en definitiva, la focalización desde la que se presenta la historia). Esta es una de las razones por la que los críticos consideren al narrador como el elemento clave de los textos narrativos, el que los diferencia de los otros géneros literarios.
ELEMENTOS DEL DISCURSO NARRATIVO
5.1. El narrador
5.2. Los acontecimientos. (Cómo organiza el narrador la historia)
5.3. Los personajes
5.4. El tiempo
5.5. El espacio
5.1. El narrador
5.1.1. La novela es un modo de contar
Óscar Tacca nos avisaba ya en 1978 que “con el cine y la televisión nos hemos convertido en seres de un registro visualmente agudo, pero auditivamente pobre”.
En la línea del discurso polifónico del que hablaba Bajtín (1989), Óscar Tacca estudia la novela como un conjunto armónico de voces. Y subraya que no es lo principal de la novela una cuestión de perspectivas ni de planos, sino una “cuestión polifónica y de registro”. “La novela más que un modo de ver es un modo de contar”. “Alguien cuenta un suceso: lo hace con su propia voz, pero cita también en estilo directo frases de otro, imitando eventualmente su voz, otras veces resume en estilo indirecto algunas de sus expresiones (contagio de la voz de otro en las inflexiones)” (Tacca, 1978: 29). De ahí que la novela no sea sino “un lenguaje a través del cual se cuelan distintas voces”.
El papel del lector será, por tanto, agudizar el oído para distinguir esta multitud de voces, la complejidad, la atmósfera envolvente de la novela, la pluralidad de voces que “el narrador modula a través de la suya”.
Cuando Mª del Carmen Bobes Naves habla sobre los valores semánticos del discurso en su libro sobre la novela, nos recuerda que el discurso de la novela es obra directa del narrador, lo cual no quiere decir que su voz sea la única que se oye. Con frecuecnia deja paso a la voz de los personajes (1993: 208). El narrador suele incorporar en su voz lo que otros han dicho (el discurso de la novela es polifónico).
5.1.2. El concepto de narrador
- a) Elemento central del relato:
El narrador constituye el elemento central del relato. Precisamente es la presencia de un narrador, que organiza los elementos de la narración, el rasgo diferenciador de este género frente a los otros grandes géneros de la literatura (la lírica y la dramática).
En los textos narrativos, como ya hemos apuntado, el narrador combina las distintas voces de los personajes con la suya.
El narrador es el que cuenta el relato (el que aporta información sobre la historia que se narra.
- b) El narrador: sujeto de la enunciación:
El narrador “es una abstracción, su entidad se sitúa no en el plano del enunciado, sino en el de la enunciación” (Tacca, 1978:69).
En narratología, los estudiosos que se inspiran en la lingüística recurren a esta distinción, básica en el acto de comunicación, para explicar lo que ocurre en el interior del texto narrativo. “Para las corrientes de inspiración lingüística el narrador es un hablante, un locutor (…) En cuanto mensaje el enunciado narrativo necesita un responsable, un sujeto de la enunciación” (Garrido Domínguez, 1993: 107).
Estudiar el relato como un enunciado narrativo supone aplicar al discurso de la narración las leyes que actúan en todo proceso comunicativo. Igual que el emisor organiza su mensaje en las dimensiones personal, temporal y espacial dejando huellas por medio de los deícticos de su presencia en el mensaje, así el narrador estructura el discurso narrativo.
En la lectura podemos rastrear la mano del narrador, si vamos analizando las marcas de su actuación en las tres dimensiones sobre las que ha tejido el relato (personal, temporal y espacial).
A menudo aparecen en el relato (sobre todo en la novela moderna) otros sujetos de la narración: por ejemplo los personajes se muestran ejerciendo funciones narrativas. Han sido delegados por el narrador para realizar esa misión.
Bobes Naves explica la novela como un proceso recursivo de comunicación. En la novela -dentro de la ficción- se reproduce el esquema de comunicación a distancia establecido entre el autor y el lector (un lector ideal que está en la mente del autor). El narrador y el narratario (representado este último directamente en el relato o indirectamente, por medio de indicios) reproducen aquel esquema primero que impulsa la creación de la novela.
5.1.3. El narrador como organizador de la estructura narrativa
La característica esencial del narrador de estar situado en el plano de la enunciación lo constituye en organizador de la estructura narrativa: “todos los demás componentes del relato experimentan de un modo u otro los efectos de la manipulación a la que es sometido el material de la historia por parte del narrador” (Garrido Domínguez, 1993: 106).
La misión del narrador (según el formalismo ruso y los movimientos estructuralistas) “consiste en el adecuado ensamblaje de los materiales del relato (…) Actúa -el narrador- como elemento regulador de la narración y factor determinante de la orientación que se imprime al material narrativo” (Garrido Domínguez, 1993:106).
En esta misma línea se expresa Bobes Naves al estudiar al narrador dentro de los valores semánticos del argumento en la novela:
“El narrador, esa persona ficta, situada entre le mundo empírico del autor y de los lectores y el mundo ficcional de la novela, y que a veces se pasa al mundo de la ficción como un personaje observador, es el centro hacia el que convergen todos los sentidos que podemos encontrar en una novela, y del que parten todas las manipulaciones que se pueden señalar en ella, pues es quien dispone de la voz en el discurso y de los acontecimientos del mundo narrado; él es quien da cuenta de los hechos, el que elige el orden, el que usa las palabras en ña forma que cree más conveniente, y a partir de aquí construye con discurso verbal un relato novelesco, dotado de sentido propio que procede del conjunto de las unidades textuales y de sus relaciones”. (Bobes Naves, 1993: 197)
5.1.4. La focalización. Lo que “sabe” el narrador sobre su historia. Focalización y voz narrativa
Para explicar el lugar que ocupa el narrador dentro del relato , los formalistas rusos recurren a un tipo de narración denominada “shaz”. Se trata de una forma de narrar que utiliza los procedimientos propios de la lengua y la literatura oral. En estos relatos “se acentúa el papel del narrador en cuanto intermediario entre el autor y el público y, con él, la distorsión u orientación de los hechos de la historia narrada (…) En un intento de potenciar la ilusión realista, el narrador no sólo se apropia de las estructuras sintácticas, la entonación, los fenómenos semánticos característicos de la lengua hablada sino que adopta incluso las jergas populares y el colorido de las narraciones orales (la afectividad, la ironía, etc.)” (Garrido Domínguez, 1993: 125).
El narrador como intermediario entre el autor y sus lectores se coloca en cada relato desde una perspectiva (una focalización determinada) o desde una “cantidad” determinada de información respecto a la historia.
Antes de presentar una tipología de los distintos tipos de focalización que puede presentar el relato, tenemos que establecer una doble distinción[6]:
1º En primer lugar hemos de separar el concepto de perceptor (focalización) y el de locutor (voz narrativa).
2º También se ha de saber distinguir la voz narrativa de la persona gramatical.
Es decir, quien asume en el relato el papel de perceptor (la focalización desde donde se plantean los hechos) no siempre es el narrador (veremos más adelante que en muchas ocasiones el relato se presenta desde la perspectiva (la visión y/o la voz) de uno de los personajes).
Y, por otro lado, la voz narrativa (la voz que narra en la enunciación) no coincide siempre con la persona gramatical que sería la de esperar en ese momento (por ejemplo, hay relatos autobiográficos -ficción autobiográfica o autobiografía real- que utilizan la segunda o la tercera persona gramatical, aunque se refieren al “yo” desde el que se cuenta el relato).
De aquí que sea más significativo analizar en los relatos el modo o los modos en los que se presenta el universo narrativo que establecer la distinción entre personas gramaticales.
5.1.5. Tipos de narrador
Para la clasificación de las distintas formas en las que el narrador puede presentar un relato habremos de analizar lo que el narrador sabe respecto a su historia y a los personajes y desde donde se sitúa para contarla.
A) Cuando el narrador se sitúa desde fuera de la historia (relato focalizado externamente), en un lugar privilegiado de información:
Se sitúa fuera de la historia pero en una situación de privilegio desde donde lo sabe y lo ve todo respecto a la historia y a los personajes.
Normalmente este tipo de narrador utiliza en su relato la tercera persona narrativa.
Esta omnisciencia no siempre se ha presentado, ni se presenta, de la misma forma. Veamos los distintos casos:
La ominisciencia tradicional:
Se llama también situación narrativa autorial. Y a su narrador se le denomina simplemente “narrador omnisciente”. Esta situación le permite al narrador dominar absolutamente el tiempo y la conciencia de los personajes. El narrador planea por encima de los personajes, es un “autor-dios que lo sabe todo, autor-fantasma que todo lo descubre” (Tacca, 1978: 73).
Este modo de posición del narrador respecto a la historia fue utilizada principalmente en el siglo XIX (sobre todo en el realismo), de tal manera que el género de la novela casi se identificaba con este tipo de omnisciencia: “La novela era el instrumento mágico mediante el cual, como los dioses, podíamos penetrar en todas las conciencias y conocer diáfanamente todos los dramas” (Tacca, 1978: 73).
El narrador “interviene en el universo narrativo a través de comentarios, reflexiones, valoraciones (…) El narrador no hace delegación de funciones a sus personajes” (Garrido Domínguez, 1993: 143).
En la actualidad también hay novelas con narrador omnisciente. Para que la omnisciencia sea plena el narrador ha de dominar de forma absoluta el tiempo, la conciencia de los personajes y el espacio.
Omnisciencia editorial:
Cuando el narrador utiliza el procedimiento de crear otro narrador (“autor”, uno o varios -varias fuentes-) por encima de él; el narrador cuya voz escuchamos se muestra como intermediario de aquel “narrador primero”, pretende así conseguir una mayor credibilidad o más objetividad respecto a su historia.
La omnisciencia basada en el control absoluto del espacio:
El modo de narrar de la omnisciencia que domina absolutamente el tiempo y la conciencia de los personajes va dejando lugar en la narrativa del siglo XX a un tipo de omnisciencia más sutil, más acorde con la forma que tenemos los humanos de captar y percibir la realidad. Este narrador muestra acontecimientos producidos en varios lugares al mismo tiempo (dominio absoluto del espacio).
Omnisciencia neutra:
El narrador quiere volverse invisible, aparentar que el relato carece de narrador con el fin de que su historia sea más impersonal, casi del todo objetiva. Sin embargo, esto es imposible, porque en una narración siempre hay un sujeto organizador, aunque apenas se muestre de forma externa; el hecho de intentar ocultarse ya es una manera de estructurar su obra. Aunque el relato nos muestre sólo conductas externas de los personajes, éstos remiten a la situación interna de su personalidad.
Este tipo de narrador surgió (a finales del siglo XIX y principios del XX) para renovar de forma drástica la forma de la omnisciencia autorial del realismo, que se inmiscuía totalmente continuamente en el relato.